Se caen de a una las notas

La música de fondo es
un violín desesperado,
un bandoneón que llora
a los gritos enloquecido.
El contrabajo se queja de la histeria femenina
mientras yo fumo un cigarrillo en el balcón-


¿Qué pasa con ustedes,

que suenan cada vez más taciturnos?

En mis ojos, la belleza descansaba

Fui yo que te pintaba, fui yo que te escribía, fui yo que te escondí, como un retazo de sol que envuelve a la mañana rosas blancas, tras el ozono azul de mis palabras, mentira que refulge a la luz del desamor,
cuando cae el telón de la ignorancia,
y la verdad nos ciega con su luz tan extraña.

No eras hermoso,
en mis ojos, la belleza descansaba.

Se me escapan las palabras

¡Uy! Fue un impulso: cuando me di cuenta estaba terminando de pronunciar la última sílaba de esa oración que no querías escuchar. Sencillamente, tu mente no es tan sencilla, y yo pensé de nuevo en voz alta. Y no: no te doy la razón esta vez: yo no busco la complejidad. Entendeme y ayudame, ¡que ella me persigue a mí!
Y finalmente, se dignó a golpear la puerta del amor.
Pero con las manos embarradas...

Gentil

La gentileza es primordial en una dama, por eso yo te pido por favor que no hagas eso, te agradezco que no me guardes rencor, y te pido perdón porque las cosas no salieron como planeaste.

Cuando escucho su voz

Él es mi música, mi desconexión.
Es mis recuerdos, tantos en una canción!
Vive en mí cuando escucho su voz.

Es mi fuerza, mi reacción,
mi verdad, mi decisión.
En mi mente, es un vicio más.
te perdoné y me perdoné:
ahora podemos ser amigos imaginarios.

A mi hijo varón.

Quiere leer detenidamente cada sílaba que digan mis manos, y que no se le escape mi sonrisa ni un segundo. Quiere que mi mirada autoritaria le pegue patadas en la nuca, y que cada vez que mis deseos aparezcan en sus sueños lo atrpeyen a cientotreinta kilómetros por hora, quiere sentir que las persianas del maxiquiosco se cerraron por diez años cuando yo pestanee. Quiere escuchar mi voz y abrazarla para que se calle, quiere que mi ombligo sonría y le cante el arrorró, rendirse cuando mis caricias pasen por su espalda, y enojarse cuando mis neuronas no se pongan de acuerdo. Quiere, antetodo, perderse en mis ojos.

Hablo de ella por primera vez: la muerte.

Se acabaron tus días. Los almuerzos en familia. Tus noches de insomnio. Las cenas en soledad. Las culpas y remordimientos. Las lecturas, las audiciones no existen más. Cada traición. Los rosarios rezados. Los vicios: tabaco, alcohol. Los negocios. Cada mentira y también cada certeza se esfumaron. Los recuerdos de la adolescencia. Los viejos juguetes de la infancia. El laburo. Las fotos de todas las cuidades donde fuiste. El gran sueño de tu vida. Cada sentimiento: la envidia, el cariño, la frustración, la esperanza, ya no son nada. Nada es lo que queda.
Cuando se termina la vida, la muerte se queda con todo lo que alguna vez tuvimos. Por eso yo no me voy a morir: ¡me voy a vivir!

Cómplices de arena

Y claro: si no se cae la repisa, se apaga el calefón, y agarrate si te olvidaste de eso que no te tenías que olvidar: ahí sí acordate de arrepentirte. Mejor ni te cuento que hasta te podés volcar el café en la camisola blanca, y se quema el foco: son las veintitrés horas, no hay ni media vela: olvidate de encontrar a la arveja que se fue rodando. Y para colmo, la radio te tortura con la canción que tarareaste todo el día y no sabés la letra. Pero tu abuelo te guiñó el ojo: símbolo de complicidad. ¿Te hubieses imaginado que Él sería la pizca de arena entre tanta cal?

A este simple lío: definirlo

Cualquiera puede estar loco.
Cualquiera puede estar cuerdo.
¿Quién define, acaso, los conceptos?
Depende de tu locura,
depende de tu cordura
absorber o no
esta basura.
No, dijiste.
Y bien lo respeté.

Esas palabras que me pedís,
yo no sé decir.
Escuchá justo este silencio,
que me vas a comprender por fin.


Vomitale tu verdad al viento,
que yo no soy tu confidente.
Pero no hagas caso a todo lo que escribo,
que se va a confundir tu inconsciente.

Parloteando.



Como cada cigarrillo que encendiste,
así fue cada amor que te di.
Ayer una orquídea te sonrió,
así, dijiste, soy cuando te miro.