¡Uy! Fue un impulso: cuando me di cuenta estaba terminando de pronunciar la última sílaba de esa oración que no querías escuchar. Sencillamente, tu mente no es tan sencilla, y yo pensé de nuevo en voz alta. Y no: no te doy la razón esta vez: yo no busco la complejidad. Entendeme y ayudame, ¡que ella me persigue a mí!
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