Y claro: si no se cae la repisa, se apaga el calefón, y agarrate si te olvidaste de eso que no te tenías que olvidar: ahí sí acordate de arrepentirte. Mejor ni te cuento que hasta te podés volcar el café en la camisola blanca, y se quema el foco: son las veintitrés horas, no hay ni media vela: olvidate de encontrar a la arveja que se fue rodando. Y para colmo, la radio te tortura con la canción que tarareaste todo el día y no sabés la letra. Pero tu abuelo te guiñó el ojo: símbolo de complicidad. ¿Te hubieses imaginado que Él sería la pizca de arena entre tanta cal?
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