Hablo de ella por primera vez: la muerte.

Se acabaron tus días. Los almuerzos en familia. Tus noches de insomnio. Las cenas en soledad. Las culpas y remordimientos. Las lecturas, las audiciones no existen más. Cada traición. Los rosarios rezados. Los vicios: tabaco, alcohol. Los negocios. Cada mentira y también cada certeza se esfumaron. Los recuerdos de la adolescencia. Los viejos juguetes de la infancia. El laburo. Las fotos de todas las cuidades donde fuiste. El gran sueño de tu vida. Cada sentimiento: la envidia, el cariño, la frustración, la esperanza, ya no son nada. Nada es lo que queda.
Cuando se termina la vida, la muerte se queda con todo lo que alguna vez tuvimos. Por eso yo no me voy a morir: ¡me voy a vivir!

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