Vino, y habló

Ella tocó el timbre a las ocho y veintidós.
En realidad, golpeó mi puerta de madera a las siete treinta.
Yo la esperaba, sí. Puse mantelitos de colores en la mesa ratona, que combinaban con los almohadones. Sobre ellos nos sentamos cuando ingresó a casa.
-Traje vino.
-Qué rico- Dije, sonreí, y busqué dos copas.
Se llenó su copa después de decorchar la botella, mientras yo la miraba.
Como por acciones mecánicas, vaciaba su copa de un trago, volvía a llenarla y así sucesivamente. Sentí que la botella tenía infinitos litros de extracto de uvas.
Tal vez, ella necesitó sentirse vacía como cada una de las copas que se tomó, por eso dijo:
-Me ahogo en melancolía. Te extraño. Te tengo enfrente y te siento ausente. Me estoy ahogando cada vez más, y no te das cuenta. Sabés que algo pasa en mí, pero no entendés lo que necesito. A vos te necesito, a vos. Como hace cuatro años te tenía. Y quizás no tenerte me ayudó a ahorrar problemas, pero es que no puedo vivir sin resolverlos. Y que te preocupes por eso.
Prestame tu salvavidas, porque me hundo ahora mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario